Todos tenemos una historia que nos define, que ayuda a entender mejor quiénes somos, cómo somos. Las marcas también. Cada marca nació con una ilusión, por una inquietud, por una necesidad no satisfecha, por una visión. Y cuando se trata de proyectos de innovación social, todavía más.
Lo que tú das por sentado, seguramente sea una historia preciosa que ayude a tu público a entender el porqué de tu proyecto. A conectar con lo que les ofreces.
Piensa en los inicios: cómo surgió la idea, con quien la compartiste, quién te apoyó. O quizá venga de más atrás, de una pasión, de una habilidad especial que ni tú sabías que tenías. Defínela. Aunque a ti te parezca obvia, sin interés. Piénsala primero.
¿La tienes? Bien, ahora constrúyela. No tiene porque ser lineal. Ni cronográfica. Ni abarcar un mínimo de tiempo. Ni siquiera tiene que acabar en antes de ayer. Pero sí tiene que estar bien construida, como cualquier buena historia . Tiene que poner en antecedentes, tener un nudo y presentar el desenlace.
En esta historia, tu marca adquiere un carácter, una personalidad : hay que trabajarla, definirla, pulirla. Aunque no te lo parezca, te ayudará mucho conocer bien cómo es tu marca, para poder luego definir cómo actúa en diferentes momentos y situaciones.
Ahora ya “sólo” te queda explicar tu historia : busca los mejores canales para explicar tu historia. Haz un resumen primero, amplía en capítulos después. Habla de los temas que le gustan a tu marca, de los que conoce. No te dé miedo entrar en detalles más pequeños, como explicar lo que te gusta, quién es tu referente, cuál es tu color favorito: ayuda a conectar mejor con tu público que, como tú, también son personas. Utiliza el tono adecuado según la personalidad de tu marca. Entabla conversaciones con los que son afines a ti, o incluso con los que sean muy diferentes: la personalidad de tu marca también te ayudará a definir este aspecto.
Habla, cautiva, fideliza. Pero recuerda, además de hablar, hay que saber escuchar. Ahí radica el secreto de un gran conversador.